Antes teníamos a los famosos… eran un personaje, aquel que nos mostraban en las revistas, programas de televisión, series o películas. Ahora gracias a internet y en concreto a las redes sociales todos podemos tener nuestra propia ventana desde donde mostrarnos.
Y si algo tengo claro a estas alturas de la vida es que por mucho que muestre cualquier persona en sus redes, por mucho que enseñe, cuente y fotografíe siempre hay algo que nos estamos perdiendo.
Porque al final nadie estamos en su día a día, estamos en el nuestro. Tampoco vivimos en su cabeza, con sus ideas, pensamientos y preocupaciones. Y por mucho que nos haya contado de su pasado hay algo de historia que nos hemos perdido.
El personaje de las redes sociales.
Creo que en las redes más visuales como pueden ser Youtube, o TikTok la exposición de la propia persona y su entorno en formato de imágenes hace que sea más fácil crear un personaje.
Es como si ese mundo real que rodeara a la persona fuera un decorado, las cosas de alrededor atrezzo y si aparece alguien de fondo fueran simples secundarios.
A través de los blogs o en que el formato es más de texto y no ocurre de la misma manera. Quizás es porque al sentarte a escribir te paras a pensar y ese momento que usas para la reflexión te permite poner una distancia.
Y la cosa es que todos esos pequeños detalles: lo que se dice, cómo se dice, lo que se calla, lo que se muestra, la forma en que se hace… van creando una historia. La historia del personaje que vamos creando.
No es muy distinto de los diferentes papeles que representamos en nuestro día a día. No mostramos siempre el 100% del tiempo la misma personalidad… y no se debe a ningún problema de salud mental, es simplemente que nos adaptamos al contexto y a las reglas sociales. Con tu familia no te comportas igual que en el trabajo o los amigos y eso es algo que todo el mundo entiende y comparte.
Sin embargo en redes no se valora igual esa compartimentalización. Se espera que si te muestras de una forma determinada… cuando alguien te vea fuera de ese contexto te mantengas en el personaje.
Las expectativas sobre el personaje.
Esa persona no solo tiene que mantener la forma de ser y hablar que muestra en redes. Tiene que encajar en las expectativas que las personas que miran (que no son lo mismo que seguidores) se han creado sobre el personaje.
Quizás habla un par de días sobre productos veganos y solo por eso se espera que sea una persona activista en pro de los derechos de los animales.
A lo mejor se posiciona a favor o en contra de alguna problemática social y ya se le ponen etiquetas como feminista que se espera que cumpla a rajatabla en todas sus interacciones, pensamientos y discursos sin que se cuele un solo micromachismo. Cuando esto habiéndose criado en la sociedad actual es muy complicado simplemente por haber interiorizado durante años ciertos mensajes.
Querer que las personas sean coherentes entre lo que piensan, dicen y hacen es razonable pero buscarle cinco pies al gato y esperar una coherencia 100% llevada al extremo es absurdo. Así que es muy fácil encontrarle faltas a cualquier persona que se expone.
Seguidores, arrimados y mirones.
Esto es un poco como diferenciar entre aquellos que te preguntan cómo estas para saberlo realmente, los que preguntan para ser cordiales manteniendo así la apariencia de amistad y los que esperan que se te escape cualquier mínimo detalle para cotillear después. En este último grupo también estarían los que no te preguntan ni se acercan pero ponen la oreja para saber.
Porque las redes sociales no son más que un espejo anónimo de la vida real.
Al final hacemos las mismas cosas, tenemos los mismos comportamientos pero al ampararnos el anonimato en ocasiones traspasamos algunas líneas que cara a cara no se nos ocurriría ni tocar. Bueno, eso y que en redes parece que todo vale.
Mantenerse en el papel afecta a la salud mental.
Cuando una persona que se estaba mostrando a sí misma (quizá solo una parte pero no actuando como un personaje previamente pensado) empieza a creerse el personaje entonces puede crearse un problema. Porque las expectativas de los demás se convierten en propias y derivan en autoexigencia.
Si he dicho que he hecho tal tendré que enseñarlo. Si enseño esto y me preguntan por aquello no tiene sentido no mostrarlo también. Así las líneas autoimpuestas para reservarse parcelas íntimas se van desdibujando.
Los seguidores, arrimados y mirones piden cada vez más… o lo empiezan a exigir, porque requieren un contenido continuo. Esperan saber más cada día, algo nuevo que no sepan pero que a su vez encaje con todo lo que saben y esperan del personaje.
Y bajo presión las personas se rompen y a veces desaparecen.
No soy un personaje, soy una persona.
Cuando escribí «Elijo el arcoíris» fue algo más terapéutico que literario realmente. En su momento tomé la decisión de hacer ese escrito público… y sinceramente es algo que a veces me persigue.
No todo lo que hay es autobiográfico, aunque es más que obvio que está basado en mis vivencias… pero también en las de personas con las que he compartido etiqueta(s). Hay cosas suavizadas (aunque el tono sea tan duro). Muchos fragmentos se quedaron fuera… unas 30 páginas no verán jamás la luz bien porque no encajaban o porque no quise exponerlas.
Muchas personas al leer ese libro pensaron que podían hablarme como si supieran todo sobre mí, como si fuéramos amigos de toda la vida. Y no solo eso… esperaban que respondiera con el mismo tono de confidencia. Pero a la vez querían todo eso envuelto en la sonrisa y amabilidad que suelo mostrar por redes.
Y no supe encajar esos dos personajes en mí.
No podía haber salido hacía relativamente poco de un ingreso largo tras un intento de suicidio y hablar de ello con calma y una sonrisa con una persona absolutamente desconocida para mí.
El párrafo anterior puede parecer muy obvio, pero es lo que pasó realmente.
Muchas personas se acercaron por email y mensajes privados a contarme su experiencia, lo cual me encantó y me sigue gustando. Unas pocas pero las suficientes me cuestionaron decisiones que había tomado yo… ¿o el personaje del libro? Algunas incluso me dijeron que no era coherente lo que había en redes o en el blog con lo que aparecía en el libro y que solo quería enriquecerme a base de vender pena.
¿Quién eres realmente?
En mi caso mi salud mental estaba tambaleándose antes de llegar al punto en que me convirtiera(n) en un personaje.
Por otro lado sí es cierto que el periodo que estuve alejada de redes sociales, personas, amigos, socialización… tuvo origen en esta disociación entre quien yo pensaba o creía que era y aquella persona que me decían que era.
Yo no quería ser esa persona «que vende a base de pena», pero era cierto que yo estaba recibiendo dinero por algo que generaba pena en los demás.
Tampoco quería ser una persona «inaccesible» porque eso no encajaba con el discurso de amabilidad y apertura que tenía.
Cuando decidí publicar el libro había salido del primer ingreso y me sentía en el camino adecuado para la recuperación, y ese era de hecho el mensaje que quería transmitir en «Elijo el arcoiris» que hay un camino para salir. No es un libro que cuente sobre cómo alguien se curó, habla de alguien que encontró una salida.
Pero entre aquel momento y cuando el libro se publicó yo había pasado de nuevo por otro ingreso y estaba peor …
¿Quién me creía que era para poder lanzar ningún mensaje sobre salud mental?
Así que las piezas fueron cayendo una a una, el personaje del libro, el de las redes sociales, el del blog, la persona que fui antes de ser madre, la que pensé que iba a ser, la que descubrí que era, aquella otra que ponía por tierra… todas esas personas eran yo y a la vez no lo era ninguna.
Pieza a pieza, paso a paso.
A día de hoy aún estoy uniendo piezas. También estoy mandando otras a la basura porque no las quiero o descubro que ni siquiera pertenecen al puzle de mi vida, son de gente que las ha dejado ahí pensando que eran mías, pero no lo son.
Creo que hay muchas más personas ahí fuera que no saben quienes son de las que realmente lo dicen. Yo estoy intentando encontrarme, llevo perdida un tiempo y no todo es por culpa de un personaje que se originó en un libro o en las redes sociales. Tiene que ver con las expectativas que me autoimpuse y que jamás llegué a cumplir. La rotura tan grande que supuso que en pocos meses pasara de ser una profesional joven con una trayectoria envidiable a madre en paro con una autoestima dañada.
Estoy trabajando en reparar esa rotura y para eso no puedo asumir expectativas de nadie. No me voy a convertir en el personaje que otros quieran hacer de mí.
Tampoco voy a dibujar un ideal imposible de alcanzar porque me hace daño. Porque soy una persona real, no un personaje al que se pueda modelar al gusto o modificar su historia para que encaje con los gustos del consumidor.
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