El último cubata que me tomé fue en 2015, en la boda de unos amigos. Desde entonces no he vuelto a probar el alcohol entre unas cosas y otras… es decir el embarazo, la lactancia y la medicación.
No lo echo de menos especialmente pero sí que alguna vez he recordado con nostalgia fiestas en las que no le ponía mucha atención al hecho de beber más allá de pillarme una buena y disfrutar de los efectos secundarios.
Yo soy ese tipo de personas que bebe más para emborracharse que para disfrutar del sabor del alcohol. Puedo disfrutar del vino, los mojitos o algún cóctel que sepa más a frutas que otra cosa pero en realidad nunca le he cogido el gusto a un típico cubata. No me gusta la cerveza tampoco.
Juraría que la última vez que fumé ya estaba con Natsu y fue una mala racha de inseguridades y celos. Lo hice porque sabía que me hacía daño de esa manera. Ahí el TLP estaba asomando la patita sin que nadie lo supiera.
Netflix aunque se ponga casi cada día en mi casa lo tengo algo abandonado. Últimamente las series y las películas no me llenan tanto como los libros que leo y las historias que tengo en mi cabeza.
La cosa va de vicios…
He traído tres cosas con las que trato de que te sientas identificada, pero igual me he equivocado porque no todo el mundo tiene las mismas experiencias vitales.
Echo de menos algunos vicios.
Ojo que no digo que no tenga ninguno, pero echo de menos los que tenía antes. Cuando no era madre y tenía otras prioridades.
Cuando me enfadaba con mi novio y para sacarme la mala leche de encima me fumaba un cigarro. Porque el hacer algo así me daba calma y control sobre mí misma, mi vida y mi cuerpo. Y así el descontrol exterior se reducía.
Miro hacia atrás y veo un montón de banderas rojas que avisaban de un comportamiento dañino por los motivos equivocados. Que no digo que haya buenos motivos para fumar, pero es que ni siquiera me gustaba y tosía al tragar el humo.
Que yo fui esa niña que a los 14 llevaba un paquete de tabaco en la discoteca… el mismo durante meses porque solo lo usaba para tener pinta de guay y ofrecer a los chicos que me gustaban (perdona mamá si lees esto).
Tenía muy claro que el tabaco era malo y no me gustaba pero lo usaba para dos cosas absurdas: símbolo de estatus y hacerme daño de forma consciente.
Y el tabaco está mejor visto que otras formas de hacerse daño pero para mí la conducta tenía la misma finalidad… igual de errónea.
Ni cubata ni tabaco… ocio.
Echo de menos los momentos de ocio asociados al cubata y al tabaco. También siento nostalgia por aquellas borracheras de las que ahora soy consciente que no necesitaba porque me divertía igual con mis amigos sin alcohol.
Ahora le pongo peores ojos incluso a la cervecita de turno. Porque pienso que tomar algo que me hace daño, si ni siquiera me gusta, no tiene sentido. Porque mi salud es más importante para mí que un rato de risas… y porque no sé (ni quiero saber) cómo es una resaca con niños.
La cosa es que ahora como soy madre directamente he sacado esos dos vicios de mi vida. Me duele la pérdida de lo que tengo asociado: fiestas, cumpleaños, risas, juegos… una época en la que era suficientemente independiente para emborracharme si quería pero a la vez podía volver a casa de mis padres donde tenía la vida solucionada. Mi mayor preocupación era terminar la carrera y poco más.
Y entiendo que hay gente que se toma una cerveza, un vino, un cubata o un cigarro y con eso le va bien. Porque disfruta del hecho en sí, el sabor o la sensación… pero no me encuentro entre ellos. Para mí nunca fue eso en sí mismo sino todo lo demás.
Así que por esa parte ha sido tremendamente fácil dejarlo. Fumé en muchas temporadas de mi vida sin tener mono al dejarlo y me he encontrando deseando que llegara el siguiente botellón, pero no por la bebida.
Aunque reconozco que sí encontré escape alguna vez en esto último, y me dio miedo. Pero mi entorno me reguló. No de la mejor forma ni con interés en mi salud, pero lo hizo.
Y ahora… Netflix.
Con el alcohol y el tabaco tenemos claro que es malo para la salud porque nos lo llevan diciendo años. Además afecta de forma muy directa de forma física y ambos están regulados por ley para tratar de evitar que desemboque en adicciones.
Pero luego nos encontramos con otras cosas que nos pueden llegar a hacer daño como pasar mucho tiempo delante de una pantalla (que esto no afecta solo a los niños). Engancharnos a una serie y dejar de lado todo lo demás para terminar de verla (binge-watching lo llaman)….
¿Y qué hay detrás de todo esto?
Con el tabaco o el alcohol la evasión se ve clara… pero con Netflix no tanto. Si lo hacemos por gusto es simplemente disfrutar de una serie, película o documental sin más… Pero a veces lo que queremos es desconectar el cerebro de lo que está pasando.
Hacer consciente el por qué y el para qué…
Yo soy muy consciente de que uso la lectura de esta manera, pero sé también que hay mucha menos gente en este barco. Hay quien lo hace con música o con podcast, pero es más típico buscar la evasión a través de pantallas.
Querer desconectar no es malo, querer evadirse de la realidad… más aún una como la que estamos afrontando ahora es muy razonable. El problema llega cuando necesitamos esa evasión para llegar al final del día.
Con cualquier tipo de conducta, más allá de lo que consideremos vicios. Está bien plantearse si lo hacemos por gusto o si lo vivimos como algo necesario… quizás se haya convertido en algo que hacemos sin pensar como revisar el móvil en busca de mensajes o notificaciones.
No estás una hora haciéndolo pero si contaras las veces que lo haces tal vez te sorprenderías.
Yo echo de menos el cubata por el ocio, el tabaco por la sensación de control y netflix por la conexión al compartir historias con los demás. Sabiendo qué me atrae de cada cosa puedo buscar lo que hay detrás sin depender de lo que me «vicia».
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